© 2013 Brittany Avila

Un sentido de comunidad

20 de enero del 2013

DSC01839

 

Hoy llegamos de la playa y estar allí me hizo pensar mucho en Ciudad Romero. El contraste entre el pueblo Tunco y la comunidad de Ciudad Romero me llamó mucho la atención. En Ciudad Romero hay mucha tranquilidad y existe un gran sentido de comunidad que nos falta en las grandes ciudades del mundo. Todo el mundo se conoce en esta pequeña comunidad, y los niños andan libremente por las calles pedrosas y polvorosas. A veces nos vienen a visitar niños de otras casas; suelen ser primos de las niñas que viven en la casa donde me estoy quedando. Y estas niñas que menciono, Nicole y Kimberly, se pasan los días afuera jugando, haciendo travesuras o simplemente viviendo en su mundo imaginario. Así es como deben vivir los niños, disfrutando del mundo a su alrededor.

 

Otro aspecto de vivir en comunidad que me llama la atención es que entre las mujeres, se sabe quien prepara los mejores panes, tamales, pupusas, tortillas o esos tamales de elote tierno que tanto me gustan.

 

Aquí en Ciudad Romero la ganadería anda suelta por las calles. Las gallinas con sus pollitos van de casa en casa, seguidas por los gallos atrevidos. Y estos gallos pueden cantar a cualquier hora del día. Las vacas caminan en manadas por las calles desde las seis de la mañana hasta que los niños van a buscarlas y llevarlas a sus casas por la tarde. Un día estaba arreglando las cejas de una amiga mía en la hamaca frente a la casa, y justo allí había un caballo comiendo hierba al lado de la calle. Es de los más normal esto.

 

Pero lo que más me gusta de vivir con estos animales son las mañanas. El sol sale temprano, a las cinco de la mañana, y con el sol viene la suave subida de los ruidos diarios. Primero se escuchan los gallos que cuando canta uno, cantan todos los del pueblo. Se escucha uno justo afuera de mi ventana, otro del vecino, y veinte más desde distancias variadas en el pueblo. Después se escuchan las multiples especies de aves que hay en El Salvador. Su canto es alegre y no hay mejor forma de despertarse. Se escuchan las vacas preparándose para el día, las niñas –una que se despierta con energía y la otra que se queda dormida hasta que la levantan-, y por último, las señoras. Marcelina siempre hace lo menos ruido posible hasta las siete. Pero ya no nos quiere ver dormidas a esa hora porque enchufa la licuadora y RrrrrrrrrrrrrrrrVzzzzzzzzzzzuuuuuuuuuuuuuuuuuuRrrrrrrruuuuuuuuuuuuuuuuu.

Ya es hora de levantarme.

Post a Comment

Your email is never published nor shared. Required fields are marked *

*
*

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>

Sites DOT MIISThe Middlebury Institute site network.